sábado, 30 de octubre de 2010

Calor, chocolate y hormonas

La culpa había sido del chocolate.

Del chocolate y de las malditas hormonas adolescentes.

- La culpa ha sido del chocolate... - se repetía Akane dando vueltas en su cama -...al principio. Maldita sea, la culpa ha sido mía.

Trataba de borrar aquellas imágenes de su cerebro, se sentía nerviosa, llena de ansiedad.

- Espero que haya sido porque era Akira...porque si no...¿Que es lo que soy?

La culpa había sido del chocolate.

Del chocolate y de las malditas hormonas adolescentes.

Akira no podía dormir. Tumbado en su cama, con las manos puestas en su nuca, no podía quitar de su memoria los hechos acontecidos esa tarde.

Tampoco quería olvidarlos. Le encantaba recordarlos. De hecho no quería olvidar ni el más mínimo detalle.

- Akane - suspiró - La culpa ha sido tuya por ser como eres. Si no estuviese tan loco por ti... ¿que has hecho de mí?

Volvió a suspirar. Cerró los ojos y trató de recordar como había empezado todo, porque aquello había que recordarlo desde el principio.

Era sábado y habían tenido clase. Normalmente no tienen clase los sábados pero ellos tenían una sanción que cumplir; habían perdido bastantes horas de clases en discusiones, charlas de la directora, actividades que a su vez eran sanciones...todo muy complicado. Sin embargo las clases no se iban a alargar toda la mañana, irían a comer a casa. Este fin de semana Akane no se marcharía a casa ni de su padre, ni de su madre, así que pasaría estos días en su casa, a fin de cuentas ella vivía en una habitación alquilada allí mismo. Pero los padres de Akira se habían marchado el día anterior a sus "trabajos familiares" como los llamaban; no era la primera vez que iban a estar solos en su casa, pero aunque ya era otoño hacía mucho calor y Akane estaba demasiado enganchada al chocolate.

"Deja de mirarla..." se ordenó mentalmente una vez más.

Pero no podía....por más que lo intentaba, no podía dejar de mirarla, era demasiado atrayente.

Era un cambio de clase. Mientras esperaban al siguiente profesor Akane se había sentado frente a una amiga. Hacía calor y se había recogido el pelo de una forma improvisada, dejando su cuello al descubierto, su hermoso cuello, aquel cuello tan sensual que despertaba en Akira unos deseos tremendos de poner sus labios en él, no sabía decir porqué exactamente pero aquel cuello le atraía sugerentemente. Con una hoja de papel se abanicaba lentamente, se levantaba un poco la fina blusa blanca del uniforme que se pegaba insolente a su cuerpo y se abanicaba.

Akira sentía que su boca se secaba. Esa chica le volvía loco y no solo por su mal carácter y las discusiones que frecuentemente tenían, no, le volvía loco en todos los sentidos. Hacía mucho que se había dado cuenta pero callaba, trataba de ocultárselo a si mismo, ya llevaba demasiado tiempo callándolo, sus hormonas empezaban a tomar el control de su cuerpo, ya no podía negárselo más, todo en ella le atraía, todo en ella le incitaba como jamás creyó sentir nunca.

El profesor entró de improviso en el aula. Todos se apresuraron a ocupar sus asientos.

- Akane, no, tú quédate en la pizarra, ya que estás vamos a empezar por resolver los problemas de ayer.

El profesor planteó el problema y Akane empezó a apuntar los datos en la pizarra. La mirada de Akira volvió a centrarse en aquella parte de su anatomía: sus caderas, que se movían lentamente "¿Que hago mirándole el culo?" pensó algo indignado consigo mismo.

Y se asustó de sus propios pensamientos

Una terrible hinchazón de produjo en su entrepierna. Disimuladamente se llevó la mano a ella y apretó. "Tranquilo, tranquilo". Malditas hormonas ¿en que le estaban convirtiendo? Bien, respiró hondo y trató de concentrarse en el ejercicio.

Cuando terminaron las clases Akane se acercó sonriente al chico.

- ¿Nos vamos ya?

- Cla...claro

Akira había olvidado que hoy estaría con ella, en su casa, a solas... Esto era demasiada tortura. Cuando lleguen a casa tendrá que buscar una buena escusa para darse una ducha fría.

Por el camino apenas hablaron, Akira era chico de grandes silencios y Akane no tenía ganas de discutir, hacia mucho calor para eso y sabía que dijese lo que dijese terminarían discutiendo, siempre lo hacían. El calor era muy agobiante, Akane sentía que la ropa se le pegaba al cuerpo y eso lo odiaba. Vio un puesto de helados, bien, al menos se refrescaría un poco.

- ¿Quieres un helado Aki?

- Ummmh, no mejor no

- A los chicos no os gusta comer helados en público, pensáis que os hace menos hombres

- Ah, lo que tu digas

Se acercaron al puesto

- Déme uno doble, de chocolate

- ¿Chocolate? Creo que no deberías - dijo algo alarmado el chico a sabiendas de los efectos que el chocolate producía en su compañera

- ¿Las dos bolas de chocolate, señorita?

- Si, las dos...me encanta el chocolate

Akira suspiró. Akane tenía una forma de comer chocolate única en el mundo, disfrutaba del chocolate como nadie y lo hacía saber con sus gestos.

"Bien" se dijo Akira, "Tú trata de no mirarla".

Pero no podía. Sabía muy bien como comía Akane el chocolate, disfrutándolo con la mirada antes incluso de haberlo probado, saboreándolo lentamente, paladeándolo, dejando que todo su sabor se extendiese por su paladar, cerrando los ojos como dejándose llevar por el placer que le producía aquel sabor. Era hipnotizante. Y encima era un cucurucho, Akane sacaba la punta de su lengua y la pasaba con lentitud por el helado, a veces ponía los labios sensualmente sobre él, parecía casi como si lo besase, dejando que el chocolate se posase en sus labios y luego se lo lamía suavemente.

Realmente para Akira el camino hacia su casa fue una tortura.

Al fin llegaron, justo cuando Akane terminaba con su helado, dejando escapar un suspiro de satisfacción y una sonrisa placentera. A Akane el chocolate la volvía loca, no importaba como fuese, si en tarta, bombón, helado, bizcocho, batido...la nublaba los sentidos y la hacía querer más, más y más chocolate. Era una chocoinómana, no lo podía negar.

- Yo voy a darme una ducha Akane - le dijo una vez dentro de la casa - si no te importa, es que no puedo más con este calor.

- Es una idea estupenda, yo daría cualquier cosa por una ducha, tengo la ropa totalmente pegada, es agobiante.

- Bueno, puedes dártela si quieres. Mira, entra en este servicio, yo iré al de arriba.

- ¿De veras puedo? Me da apuro.

- No seas tonta, voy a sacarte unas toallas y te voy a dejar un kimono para que estés más fresquita.

- Eres un encanto - le dijo mirándole con sus ojos turquesa brillándole intensamente.

Al cabo de un rato estaban ambos duchándose, cada uno en un servicio.

Parecía que Akira se encontraba mejor, durante la ducha había logrado no pensar más en ella. Se secó el pelo, haciéndose una coleta y se puso un cómodo kimono de verano. Bien, parecía que se encontraba con ánimos, bajó a la cocina dispuesto a preparar la comida.

Poco le iba a durar.

- Gracias por todo Akira - dijo Akane entrando, Akira estaba de espaldas a la puerta preparando la comida, algo ligero, hacía demasiado calor - He dejado mi ropa en el servicio, espero que no te importe ¿dónde pongo la toalla?

- Ponla... - Akira se giró y se quedó petrificado. Allí estaba Akane, si, allí, frente a él, recién duchada, con su kimono blanco, que le quedaba bastante bien, o eso pensó, tenía el pelo mojado por la reciente ducha y el agua resbalaba aún humedeciendo el kimono, haciendo que este se pegase al cuerpo de la chica, dejando entrever sus senos...no, no llevaba sujetador, se veía claramente que no lo llevaba - ...déjala allí, en la lavadora, ya...ya me encargo de...de lavarla.

El bulto en su entrepierna volvió a crecer.

- ¿No llevas ropa interior? - le dijo sin pensar en lo que decía.

Akane se miró el pecho, entonces se dio cuenta de la situación. Sintió algo de vergüenza pero a la vez sentía cierto hormigueo en su vientre al ver la reacción que había causado en su compañero, aquello le resultaba muy excitante.

- La comida estará enseguida ¿tienes hambre?

- De comida no...Quiero chocolate, necesito chocolate...por favor Akira, creo que se me está yendo de las manos… ¿te ayudo en algo?

- Siéntate, tengo tarta de chocolate de postre.

- Fantástico... ¡tú si que sabes complacer a una chica!

"¿Que he hecho?" pensaba "¿le estoy ofreciendo más chocolate? ¿Me he vuelto loco? creo que tengo un yo interno que es muy, muy pervertido".

Aún así, la idea de verla comer chocolate de aquella forma tan exquisita le producía una excitación nerviosa, quería verla otra vez paladear aquel manjar de esa forma tan sensual, sabía que eso le iba a provocar muchísimo pero no le importaba, solo quería verla disfrutar, ver su boca entreabierta, sus ojos medio cerrados dejándose llevar por sus sensaciones.

La comida se hizo rápida, no comieron demasiado. Akane estaba nerviosa y excitada ante la idea de probar otra vez su querido chocolate. Por fin llegó el postre...y allí estaba Akane, disfrutando de nuevo de su perdición. Akira la miraba embobado, pensó que a la chica solo le faltaba gemir de placer.

- ¿No quieres probarlo? - le preguntó inocentemente.

A Akira no le gustaba mucho el chocolate, siempre le resultaba demasiado dulce, pero tampoco quería resultar un mirón o descortés con su invitada. Se sirvió un trocito de tarta cogió una cucharilla y sin dejar de mirar a Akane la llevó llena de tarta a su boca, pero no llegó, un trocito de tarta cayó encima de la mesa, Akira lo recogió con un dedo. No tuvo tiempo de reaccionar, cuando se dio cuenta Akane había cogido su mano y se había introducido su dedo en la boca, lo lamía lentamente, pasando su lengua por la yema de su dedo, él se sentía morir.

- Akane...- casi gimió.

Akane soltó su mano.

- Lo siento, no sé lo que me ha pasado

Akane se levantó algo nerviosa y se alejó un poco de él.

"¿Pero que he hecho? ", pensaba atropelladamente "se me ha ido la cabeza completamente ¿que pensará de mí?"

- Akane ¿estás bien? - Akira también se había levantado, tenía la cucharilla con tarta en la mano, no sabía donde dejarla, así que optó por comérsela. Mientras lo masticaba se acercó a Akane, migas de chocolate te habían quedado en sus labios - Akane ¿te pasa algo?

Akane le miró, ¡dios que guapo estaba en esos momentos! con su cara de preocupación, algo sonrojada por lo que había pasado, recordó aquel gesto de placer que el chico había tratado de controlar y le miró a los labios, aquellos labios de los que solo salían palabras que la irritaban ahora le parecían tan apetecibles, el chocolate se había quedado pegado en ellos, dios, nunca había visto a Akira de una manera tan...atractiva. Sin decir una palabra y sin pensárselo se acercó a él y empinándose puso sus labios en aquellos que parecían atraerla de forma instintiva. Empezó a lamerlos despacio, muy despacio, saboreando aquel chocolate, saboreando aquellos labios.

Akira no supo como reaccionar. No sabía que hacer. No se atrevía a responder a aquel beso, que en realidad no era un beso, pero tampoco lo rechazó. Aquella sensación ardiente en sus labios era maravillosa, cerró los ojos dejándose llevar por esa sensación, concentrándose en ella. Muy corto se le hizo cuando la chica se separó de él unos centímetros.

Akane no podía creer lo que hacía, pero tampoco podía dejar de hacerlo y a Akira no parecía que le molestase. Maldito chocolate, siempre le hacía perder el control, le nublaba los sentidos...pero aquella sensación era...no quería apartarse de los labios de su amigo, le atraían tanto como el chocolate. Sintiéndose roja como un tomate, al fin se separó un poco y vio los labios de Akira formando una débil sonrisa.

- Me vuelves loco - susurró el chico.

Y rodeó la cintura de Akane atrayéndola hacia él. Ahora fue él quien posó sus labios suavemente en los de su amiga y empezó a besarla, dulce, lentamente. Akane no parecía enfadada, no le rechazaba, la sentía relajada en sus brazos y cuando ella entreabrió sus labios incitándole a profundizar el beso se sintió enloquecer. No se hizo de rogar, introdujo su lengua en aquella cavidad con sabor a chocolate, nunca el chocolate le había resultado tan delicioso, exploró cada rincón de sus boca, la apretó contra él, los pechos de la chica se clavaron en el suyo. Tímidamente Akane comenzó a responder a aquel beso, chocando su lengua con la de Akira, si, ella siempre había odiado los besos, decía de que parecían algo asqueroso pero no se imaginaba las sensaciones que iban a producir en ella, sensaciones nuevas y maravillosas de las que cada vez quería más, ahora entendía porqué decían que Akira era un dios besando.

Se separaron, no querían hacerlo, pero la falta de oxígeno les obligó a ello.

- ¿Quieres que pierda la cabeza? - susurró Akira en sus labios.

- Yo que tú me aprovechaba, yo ya la perdí.

Akira le quitó las gafas, dejándolas sobre la mesa y volvió a besarla, esta vez de una forma más pasional, casi lujuriosa. Akane rodeó con sus manos en cuello del chico para ayudarle a profundizar aún más, si, aquellos besos la estaban volviendo loca. Akira se separó de sus labios y fue directamente al lóbulo de sus oreja, mordisqueándolo suavemente. Akane sintió una sensación intensa recorrerle todo el cuerpo y no pudo evitar que una gemido saliera de su boca. Besó su cuello con una pasión que ni él mismo conocía. Akane suspiraba y a cada suspiro Akira se sentía más y más enloquecido. Sus manos bajaron de la cintura de Akane a sus caderas y de ahí a su trasero, aquel trasero que le incitaba tanto. La apretó aún más. Aquello no parecía tener ya marcha atrás.

Akane disfrutaba mucho de cada beso, de cada caricia de Akira, su cuerpo entero deseaba que aquel contacto fuera más estrecho, más cercano ¿Como podía estar perdiendo el control de si misma de esa forma? Los besos de Akira en su cuello la estaban volviendo loca. Akira volvió a su boca con un nuevo beso posesivo y desesperado. Ahora fue Akane la que se separó de él y atacó a su cuello, besándolo, lamiéndolo y Akira el que gimió. Ya nada importa, pensó Akane, solo estas sensaciones. Mordisqueó el cuello del chico y bajó hasta su pecho, abrió el kimono observándolo con admiración.

Empezó a besarle y con su lengua fue dejando un camino de saliva. A veces le besaba, a veces le lamía y a veces le daba pequeños mordisquitos clavando sus dientes en él y haciendo que profundos suspiros de placer escaparan de los labios de Akira arqueando la espalda, llevando su cabeza hacía atrás casi sin creerse lo que estaba pasando, tener así a Akane era un sueño, una de sus fantasías, no podía ser verdad."Que ironía", pensaba Akane, "pensaba que yo nunca haría esto y sin embargo me atrae, me enloquece ¿como puede este vago excitarme tanto? ¿Que estoy haciendo? me he vuelto completamente loca y no solo por el chocolate si no porque es él, Akira...Akira"

Su nombre había salido de sus labios en un susurro, al oírlo, el cuerpo de Akira se estremeció, mientras ella continuaba su recorrido de caricias por el cuerpo del chico. Akira pensó que aquello le volvería loco. La atrajo hacía su boca y volvió a besarla desesperadamente. Akane puso sus manos en el pecho del chico y le acariciaba con una habilidad que Akira desconocía, le hacía sentir sus caricias de una forma suave pero intensa, deseando que aquel contacto no se interrumpiese, Akane le deshizo el nudo del cinturón y pasó sus manos hasta llegar a su espalda, acariciándola, arañándola. Las manos de Akira volvieron al trasero de la chica, fue subiendo su kimono hasta tocar finalmente sus braguitas, pasó las manos por dentro de estas, acariciando al fin, sin nada que lo impidiese aquel fetiche lleno de erotismo para él. Lo apretó sin mucha sutileza lleno de ansias y lujuria. Akane empujó a Akira haciéndole chocar contra la pared, él fue deslizándose lentamente sin dejar de besarla ni tocarla hasta quedar sentado en el suelo con ella sentada a horcajadas sobre él, subió sus manos hasta su cintura y apretó más la pelvis contra la suya, un pequeño gemido escapo de sus labios al sentir el bulto entre sus piernas rozar con su feminidad., Akane llevó sus manos a la cabeza del chico deshaciéndole la coleta, antes de que se desprendiese el coletero, Akira se lo arrebató. Los dedos de Akane se enredaron entre sus cabellos revolviéndoselo, le miró, Akira estaba tan guapo con el pelo suelto, le daba un aspecto tan salvaje, tan primitivo que no hacía más que provocarla más. Por el contrario Akira también había llevado sus manos a la cabeza de Akane y recogía su cabello en una especie de coleta o lo que fuera que lo mantuviese alejado del cuello, de su cuello, de aquel cuello maravilloso y lleno de sensualidad, aquel cuello que no podía dejar de besar.

Una de las manos de Akira bajó hasta su entrepierna y la acaricio por encima de la tela que la cubría, sintió como Akane dio un respingo de sorpresa y placer, sus braguitas estaban húmedas, Akira sentía la excitación crecer en él, hábilmente retiró aquella pequeña tela y puso sus dedos acariciándola. Akane gimió de placer, él notó la excitación en ella y la volvió a besar como un verdadero loco, sus lenguas chocaban en una batalla campal. Akira pasó sus dedos por esa parte tan íntima de la chica y rozó su clítoris, un profundo gemido se reprimió en los labios de Akane mordiéndoselos con fuerza. La labor de los dedos de Akira se hizo más intensa, Akane se separó un poco de él y cerró los ojos mientras deliciosos gemidos salían de sus labios. Akira la miraba extasiado intensificando cada caricia, Akane dejó caer su cabeza sobre el hombro de Akira, gemía en su oído, disfrutando de las caricias que le brindaba, Akira trató de hacerlas aún más gratificantes. Un orgasmo sacudió el cuerpo de Akane, su respiración se hizo profunda, casi parecía contenerla, echó la cabeza para atrás con un largo gemido y arqueó su espalda, un tibio líquido bañó los dedos de Akira.

Akane no podía creer lo que había pasado, seguramente más tarde sentiría vergüenza por dejar que él se intrometiese de esa forma en su cuerpo, pero ahora daba igual, nada tenía importancia, solo ellos mismos. Volvió a besarle llena de pasión y deseo. Con cada caricia la excitación de Akira crecía más y más, volvió a apretar su trasero haciendo que sus pelvis chocaran, Akane le besaba y reprimía gemidos, Akira decidió que ya era momento de prestar atención a una parte de la anatomía de la chica que tenía un tanto olvidada. Acarició por encima de la blanca tela hasta llegar a sus senos. Estaban duros, producto de la excitación... su fiera interna despertó, sintió las manos de Akane deslizarse por su pecho, y reprimió un gemido, abrió con brusquedad el kimono, deshizo el nudo del lazo rápidamente y se lo quitó del todo presa de la desesperación. Sus senos quedaron libres, a completa disposición de Akira. Los miró con admiración, eran más perfectos de lo que él había podido suponer, puso sus manos en la espalda de Akane acercándolos hacia él, besó desesperadamente sus hombros mientras sus manos iban deslizándose lentamente hacia ellos, sus besos bajaron despacio hasta alcanzarlos al mismo tiempo que las manos se adueñaban de ellos. Rozó los pezones con sus pulgares, Akane volvió a gemir sonoramente, así que ese era su punto débil...repitió la caricia, Akane cerró los ojos dejándose llevar por esa agradable sensación, dios, ese chico le iba a volver loca. Akira se apropió con boca y manos de ellos. Los besó, los lamió, lamió uno de sus pezones mientras sus dedos se encargaban del otro, Akane gemía sin parar, frotando su intimidad contra el miembro de Akira. Ya si que había perdido la conciencia total de sí misma.

Akira ahogaba sus gemidos en los pechos de Akane, se había apoderado de ellos y no quería dejarlos. Un tremendo espasmo le sacudió cuando notó de improviso las manos de la chica rozando su miembro. De manera hábil las manos de Akane habían llegado hasta allí y había introducido una por debajo del boxer. Aquel contacto de la suave mano sobre su pene erecto era delicioso, llevándole a un grado de excitación tremendo. Akane besó su oreja.

- ¿Podríamos hacerlo?

Akira abrió mucho los ojos ¿Que había dicho?

- ¿Tienes preservativos?

Akira sintió toda la desilusión del mundo apoderarse de su cuerpo.

- Me temo que no.

- ¿No? ¿Y cómo lo has hecho con otras chicas?

- Akane... es que yo no lo he hecho con nadie.

- ¡Mierda! - Akane se bajó de encima de él y se sentó cogiendo el kimono - Esperaba que tú tuvieras experiencia en estos temas.

- ¿Tu... si lo has hecho?

- No... Por eso quería a alguien con experiencia... dos novatos puede ser algo frustrante.

- Vaya... lo... lo siento.

- ¿Y cómo no tienes preservativos?

- Pues es que... nunca me he planteado... no tengo ¿qué pasa? Soy virgen, un patético virgen y por lo tanto tampoco se utilizar eso de la "marcha atrás"

- Claro... si no lo has hecho nunca. Bueno, entonces es mejor que no sigamos, no quiero arrepentirme de nada. Es una porquería, me da rabia porque para una vez que me decido...

Akira vio con desconsuelo como Akane se levantaba se ponía el kimono y se abrochaba el cinturón.

- ¿Podría darme otra ducha? Estoy muy acalorada.

- Cla... claro, por supuesto. Ahora te doy unas toallas.

- No, las de antes sirven, total las usé yo... Esto... Aki... lo siento... siento haberme descontrolado, yo... esto es muy vergonzoso.

- No te preocupes, si te entiendo. Yo... voy a recoger esto.

- ¿No estás enfadado?

- No... Solo algo desilusionado pero no contigo... anda, ve a ducharte.

Akira evitó mirar a Akane, estaba muy desilusionado, no había mentido, pero no con ella, más bien con su torpeza por no tener preservativos, aunque, pensándolo bien, era lo mejor, si lo hubieran hecho seguramente terminarían lamentándolo y arrepintiéndose de un momento de "calentón". El problema ahora era el que tenía entre las piernas, aquello seguía igual de abultado, quizás más, porque no podía evitar recordar la suavidad del cuerpo de Akane y... tendría que hacer algo, no podía seguir así... Akane estaba en la ducha... ese era otro mal pensamiento, imaginarla allí, desnuda, bajo el agua no ayudaba en nada. Bien, seguramente le daría tiempo a "solucionar" su problema. Subió las escaleras y entró en su habitación, se sentó en la cama y llevó sus manos a su miembro... aquello iba a ser rápido, se recostó en la cama y cerró los ojos mientras se acariciaba recordando el roce de Akane, el olor de sus pechos, el sabor de sus labios. Inconscientemente entreabrió los labios y dejó escapar entre suspiros el nombre del objeto de su deseo.

Akane salió de la ducha. Fue una ducha rápida. Entró en la cocina y no vio a Akira, seguramente estaba en su habitación. Metió la toalla en la lavadora, cogió sus gafas y se dispuso a ir a su cuarto.

Cuando llegaba a la puerta entreabierta creyó escuchar que pronunciaba su nombre, seguramente la habría oído y la llamaba para indicarle donde estaba.

- Si, ya vengo - dijo empujando la puerta y encontrando una escena que, desde luego, no esperaba.

Akira se sobresaltó y trató de taparse rápidamente mientras se sentaba. Akane se quedó congelada. Mirando aquello. Un encendido color rojo tiñó el rostro del chico, que no sabía donde mirar. Akane se acercó a él sonriendo y se sentó a su lado.

- Creí que me llamabas, siento haber entrado de sopetón.

- Ah... no...

- Pero decías mi nombre ¿no?

- No... Si... es que... lo siento, es que yo estaba todavía muy...

Akane sonreía amablemente, desde luego, ver a Akira tan apurado era algo encantador.

- Mírame - le dijo.

- No, mejor no.

- Como quieras.

Akane llevó su mano hasta la entrepierna de Akira, palpando aquel abultamiento. El chico no sabía que hacer, si salir corriendo o ponerse a llorar.

- Esto es culpa mía ¿verdad? Pues tendré que hacer algo ¿No crees?

Akira la miró confundido mientras ella le empujaba suavemente para recostarle de nuevo y acercaba su boca a su oreja, sin dejar de acariciar su masculinidad.

- ¿Cómo quieres que lo haga? ¿Con la mano o con la boca? - susurró para después mordisquearle el lóbulo y pasar su lengua por el cartílago.
Akira volvió a abrir los ojos enormemente, para un segundo después volver a cerrarlos. La mano de Akane ya se estaba ocupando de masturbarle.

- No... Akane - se quejaba débilmente - No hagas eso.

Sin mucha fuerza llevó sus manos hasta la mano de la chica para apartarla pero no podía, aquello era superior. Las caricias de Akane eran intensas y maravillosas, parecían querer sacarle de su cuerpo... se rindió, no podía hacer nada más, su cuerpo se había rendido totalmente emborrachándose de esas sensaciones, mientras una de sus manos le masturbaba cada vez con más fuerza, la otra se entretenía jugando con sus testículos y sus labios mordisqueaban su cuello.
No era capaz de hablar, de su garganta solo salían gemidos cada vez más hondos sin que pudiera evitarlo. Sintió todo su cuerpo tensarse y toda su energía concentrarse en un mismo punto para estallar violentamente, acompañando la sacudida de su cuerpo con un último y profundo gemido.

Akane le miró sonriente.

- Eres... mala.

- Te lo debía.

Aún con la respiración agitada puso su mano en la nuca de la chica y la atrajo hacia él, besándola con toda la ternura que fue capaz de reunir en sus labios.

- Te quiero - murmuró.

A Akane no le gustó aquello. Le molestaba oír hablar de sentimientos, pero decidió no enfadarse, seguramente Akira se encontraba algo confuso debido al momento tan extraño que habían vivido. Aún así guardó silencio y apoyó su cabeza en el pecho de su amigo.

- Es mejor que no hablemos nunca de lo que ha pasado - dijo.

- ¿Por qué? No hemos hecho nada malo, solo nos hemos dejado llevar por... nuestra naturaleza.

- Ha sido un impulso loco, es mejor que lo olvidemos.

- No, no pienso olvidarlo. Puede que para ti haya sido el resultado de una hora tonta, de un subidón por el chocolate pero no para mí, para mi ha sido porque te quiero, hace mucho que te quiero, solo puedo pensar en ti, te has adueñado de mi mente y de mi cuerpo, solo sé pensar en ti.

- Creo que tendríamos que recoger la cocina - repuso la chica levantando la cabeza.

- ¿Eres capaz de actuar como si no hubiese pasado nada?

- Y es que no ha pasado nada, solo somos dos amigos que han "jugado" un poco, solo hemos "experimentado" con "cosas nuevas".

- ¿Solo eso?

Akira se sentía dolido, no, para él eso era muy importante, estaba loco por ella y no había podido controlar su cuerpo. Si hubiese sido otra chica no hubiera pasado aquello pero Akane... era Akane, la amaba con locura, no podía controlar su cuerpo porque todo en ella le atraía... Pero era inútil discutir con ella, era una cabezota... aunque... podía decir que había logrado resquebrajar la barrera que ponía entre ambos, le había dicho lo que la amaba y por muy fría que se comportara le había escuchado... si, lo había hecho y no iba a olvidar sus palabras tan fácilmente. Además, le daba igual lo que ella dijese, la conocía muy bien, no había sido solo por el subidón del chocolate... no... ella no era de esas chicas... algo le decía que no le era totalmente indiferente.

- Descansa un poco ¿Vale? - le dijo mientras acariciaba su pelo - Cuando despertemos actuaremos como si nada ¿De acuerdo?

Akane cerró los ojos, la verdad es que estando abrazada a Akira se sentía muy bien.

Akira la besó dulcemente la cabeza antes de cerrar también los ojos. "Tú olvídalo si quieres, para mi será un recuerdo imborrable" pensó. Puede que Akane fuera cabezota, rencorosa, difícil de tratar, testaruda... pero era "su" testaruda... algún día la haría entrar en razón.

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Aclaración: Los personajes utilizados no son mios, son de Tenshiko y pertenecen a la increible historia "Mis amigos. Mis secretos. Mis sueños". Yo la escribí hace bastante tiempo cuando no sabía como iba a desarrollarse, fue un capricho que tuve, quería hacer algo "picante" entre Akira y Akane; ahora he intentado "adaptarla" con los nuevos datos pero no me gusta como me ha quedado. Seguramente la reaga con personajes originales.
No es una historia que me me guste como me quedó demasiado pero pensé que la había perdido (la tenía en dos páginas que se borraron) y me daba rabia haber perdido mi tiempo para nada, pero Tenshiko tenía una copia, gracias guapa, siempre digo que eres mi ángel de la guarda, la subo al blog para no perderla más.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Te quiero, Akira

Tu no lo sabes pero llegaste a mi vida cuando más lo necesitaba, parece una tontería, de hecho es una tontería que esté aquí escribiendo a alguien que en realidad no existe pero me desperté con ganas de hacer, de decirte todo lo que me has ayudado.

Te conocí un día de mayo, un día en el que yo buscaba algo que me motivase y allí estabas tú. La primera vez que te vi ponías tu mano en la cara de Shibi para apartarle de Akane con un gesto algo aburrido, casi como si no te importase, sin embargo en esas pocas líneas, en ese gesto tan simple y tonto descubrí los celos que te aprisionaban e intuí que tras ese desgarbo se escondía un chico lleno de amargura y un sentimiento apasionado... es gracioso la de conclusiones que saqué con solo un gesto de nada. Te vi quejarte porque te habían puesto de compañero con Akane y diciéndole frases que sabías que le molestaban solo para llamar su atención... disimulabas, si, disimulabas pero yo te descubrí al igual que ese dolor ahogado cuando Kamui aceptó salir con ella.

No podía dejar de leer sobre tus aventuras, tu amiga Yuri pidiendote unas pastillas que tu sabías que no debía tomar, las indirectas con Akane, Kyojin diciéndote claramente que te gustaba Akane y tu manera de intentar cambiar la conversación.

No eras el chico mas atractivo, ni el más misterioso, no ibas por la vida lleno de seguridad y atrayendo la atención de todas las chicas del instituto pero tenías algo. Algo que en aquella cita entre Kamui y Akane no podías ocultar: tu amargura, ese deseo de acercarte a ella y no poder.

Y allí estabas tu, después de la cita, dejando apartadas tus ganas de ser irónico con ella para mostrarte dulce y amigable y para hablar con su mejor amiga con el corazón en la mano. Y después fuiste el caballero mas amable y atento del mundo rescatando a Sumire de la lluvia.

Te he visto enfermo, delirando y diciendo en susurros unos "te quiero" que me enternecieron; abrazarte a Akane porque tu cuerpo reaccionaba solo ante tus sentimientos y necesitaba abrazarse al suyo. Te he visto discutir lleno de impotencia y dolor y como se rompía tu corazón al descubrir el daño que sin saberlo habias infringido a tu amada. Te he visto enfrentarte al prepotente Kamui con calma y confianza y también con apasionamiento y sin piedad alguna.

Preparaste la cita mas bonita que jamás había leído, todo para poder desarmarla y que te escuchara y lloré contigo cuando descubrimos el dolor que Akane ocultaba dentro.

Has sido dulce, amable, paciente, has callado tus sentimientos para decirlos justo en el momento oportuno. Has aceptado todo sin importarte nada, será por tu forma de ser tan tranquila, será porque durante un año tus sentimientos fueron fraguandose poco a poco, será porque ya perdiste una vez y sabes lo que duele y ahora estás dispuesto a dejar las cosas inútiles apartadas, a no dar importancia a lo que de verdad no lo tiene.

Por lo que sea tengo que darte las gracias. Por estar ahí, dándome un poco de romanticismo sin necesidad de ser perfecto, porque en tus gestos y miradas se descubre un ser humano, alguien que sufre y se esfuerza, una persona al fin y al cabo que de pronto estalla y que a veces las situaciones le superan pero una persona.

En realidad debo darle las gracias a Tenshiko por haberte creado pero eso suena muy prosaico, prefiero dártelas a tí y decirte, te quiero, Akira.

Ojalá la cabezota de Akane sepa ver dentro de ti, ojalá deje de negarse a si misma sus sentimientos y te de ese cariño que tanto ansías y que tu, como nadie, sabrás cuidar.

Hasta nuestra próxima cita en el siguiente capítulo de tu vida.